Vilagarcía ha sido una vez más el escenario de la Fiesta del Agua, una romería que surgió de manera espontánea cuando un año los vecinos de esta zona, muy acalorados, pidieron que se les tirase la más fría posible desde los balcones.
Con la primera vivienda que accedió a ello nació este singular ritual que congrega ahora, en cada edición, a miles de personas procedentes de diferentes puntos de la geografía gallega y de otros lugares de España, aparte de que esta convocatoria va medrando en presencia internacional bajo el atractivo de la curiosidad que tal fenómeno genera.
En la batalla más refrescante del verano no hay, jamás, escasez de recursos hídricos, y el agua inunda, de este modo, las calles principales, procedente en buena parte de un camión cisterna, pero también de las casas, de los bares, de las tiendas y, en general, de los diferentes edificios que componen el núcleo urbano, puesto que nadie renuncia a la participación.
Caminar por las arterias clave significa, por tanto, acabar mojado de pies a cabeza.
No en vano, por la gran afluencia de gente y el entusiasmo que genera en los vecinos y visitantes el hecho de empapar a los viandantes, esta conmemoración acabó siendo declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, un reconocimiento que dio respuesta a una vieja demanda.
Justo después de trasladar la figura de San Roque, el santo de la ciudad al que se homenajea en estas fechas de agosto en esta urbe perteneciente a la provincia de Pontevedra, de la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Arealonga a la capilla, es cuando los romeros piden agua a los habitantes de Vilagarcía para poder refrescarse.
Resulta crucial ir con una indumentaria adecuada, como chubasqueros, gorras y un buen calzado, sobre todo esto último, a fin de evitar caídas indeseadas al estar mojados los pisos de la llamada, no sin ironía, «zona húmeda».
«Aquí no llueve, aquí no llueve», han coreado este martes numerosas personas al unísono, demandando más y más agua, en un día nublado, después de semanas de calor, que no ha restado afluencia a esta cita marcada con rojo en el calendario, debido a lo apacible de la temperatura.
«El agua está caliente», han gritado unos, mientras otros han replicado «pues aquí la lanzan bien fría», para a continuación ir intercambiando posiciones con el propósito de buscar el contraste.
Han sido centenares las familias enteras que se han dejado sentir en este municipio, con sus risas y carcajadas, provistos de manguitos, flotadores y pistolas con las que ir disparando, entre grandes dosis de simpatía y buen humor, el mencionado líquido.
En una «gala» de este calibre, con música incluida, la edad no importa, puesto que lo único que cuenta es tener ganas de disfrute y, por supuesto, poner todo el empeño en ello.