En la pequeña localidad de Santa Marta de Ribarteme, en el municipio pontevedrés de As Neves, la devoción por la hermana de Lázaro, protectora de los desahuciados, lleva a desfilar dentro de ataúdes a aquellos que burlaron a la muerte.
En esta tétrica romería, considerada por el diario británico The Guardian como una de las festividades más raras del mundo, los penitentes se someten al trance de ir en féretros y amortajados para agradecerle a la santa su intercesión para que ellos, sus familiares, o allegados, se recuperasen de graves enfermedades.
Porteadores y familiares se encargan del avituallamiento, principalmente líquido, durante el recorrido desde la iglesia de Santa Marta hasta el cementerio y vuelta al punto de partida.
El sonido de las campanas, acompasadas con las bombas de palenque y un cántico repetitivo, «Virgen de Santa Marta, estrella del norte, te traemos a los que vieron la muerte», dan mayor solemnidad a la comitiva.
Algunos de sus integrantes visten una especie de mortaja hecha de tul y portan un bastón y una vela, que bien traen de casa o la adquieren en los múltiples puestos con cirios de todos los tamaños y exvotos instalados en los alrededores de la parroquia, que hoy se ha vuelto a quedar pequeña.
Multitud de fieles se han acercado hasta la imagen de Santa Marta y han hecho cola para presentarle sus respetos, tocarla o frotarle una estampita.
La de Santa Marta de Ribarteme no es la única celebración religiosa de Galicia donde la muerte, o más bien la resurrección, es la protagonista.
En Moraña, a la romería de los Milagros de Amil acuden devotos de rodillas, con cadenas e incluso en ataúdes, y en A Pobra do Caramiñal, en la provincia de A Coruña, los fieles que han hecho sus promesas cargan sus propios féretros en la procesión de las mortajas, en el marco de las fiestas del Nazareno.